Buenos
Aires,19 de marzo de 2020 un día antes que se declara la cuarentena decido
armar una valija rápido e ir a pasar esos ilusos 14 días a mi pueblo. Nadie
sospecha por aquellos días que esto iba a durar tanto…
7 de
Agosto, pico de pandemia. 142 días después regreso a Belgrano, mi casa. Paso el
portal, el soso y frio palier, me miro al espejo, abro la primera puerta del
ascensor, luego la segunda, asciendo siete pisos al cielo, pasillo largo,
oscuro, abro la última puerta, mi casa. Todo había quedado en pausa…
Había
elegido ese departamento un año y medio atrás. Era la primera vez que decidía
vivir sola. Calle Mendoza, excelente ubicación equidistante de la universidad y
del trabajo. Pequeño, muy pequeño. Ideal para alguien sola con una vida social
activa. Te lo juro, no te miento lo elegí feliz, nadie me obligo. El balcón no
fue requisito excluyente a la hora de la búsqueda, ya que cuando piensas en tu
departamento como departamento dormitorio después de un largo día, no te parece
indispensable.
A
falta de balcón, empiezo a analizar las prestaciones que me brindan estos 35m2
en pleno confinamiento. Inmediatamente descubro que la mejor ventana ubicada de
mi casa para realizar la fotosíntesis es la de la cocina: tiene la visual más
larga, y es donde el sol entra directo, pero resulta que la mitad es paño fijo
y la otra mitad oscilo batiente proyectable, sumando que sus vidrios son
esmerilados. Pareciera ser, que ver hacia el exterior no era una opción para el
arquitecto. También está la de la habitación, que acostada desde mi cama veo el
lavadero de mi vecino Gus, quien de tanto en tanto le gusta pasearse en paños
menores y por último desde la ventana del living veo el ramillete de cables de
tv que bajan de la azotea en un primerísimo primer plano y por detrás las
sabanas y repasadores de Gus. Menudo paisaje de cuarentena me está tocando
apreciar.
Luego
de varias vueltas e intentos de no caer en la locura, logre reubicar la mesa
del ahora denominado salón de usos múltiples, de tal forma que llegue a mirar
al cielo, la operación fue sencilla. Fue solo desplazar la mesa un metro para
atrás para dejar de ver el lavadero de Gus y llegar a ver el cartel que se
encuentra en Av. Cabildo, allá a dos cuadras al oeste donde dice “Argentina
unida, mantenga la distancia”.
Adentro,
bien adentro pasando el portal, el soso y frio palier, abriendo la primera
puerta del ascensor, luego la segunda, ascendiendo siete pisos, pasillo, largo,
oscuro, abriendo la última puerta llego a este patio aire-luz que me deja ver
un trozo del cielo si, solo si, estiro un poco el cuello.-